26 noviembre 2007

Una dictadura en marcha



Hay una forma sutil de asesinato que no figura en ningún código penal: convencer poco a poco ala víctima de que su vida no vale la pena hasta lograr que finalmente se cuelgue de un árbol, o acabe siendo una sombra de lo que fue cuando aún deseaba algo. Hay una forma de matar sin arma ni veneno: disolver la autoestima, sustraer lentamente el deseo de abordar nuevos proyectos, de levantarse por la mañana, de trabajar para comer. Porque comer ya no importa, ni hay porqué enfrentarse a los problemas, ni razón que lo justifique.
Muchos novelistas lo han intentado y, desde mi punto de vista, aún está por escribir la obra en la que el asesino acabe con sus víctimas aburriéndolas, instilándoles indiferencia por su propia vida, convenciéndolas de que lo mejor es quitarse de en medio y dejar que todo siga su curso.
Los novelistas no sabemos plantear semejante trama de modo creíble, pero los políticos sí. Nuestra democracia lleva ese camino. España se va a convertir en una dictadura no porque vaya aparecer un golpista o un iluminado que suspenda los derechos constitucionales, imponga la ley marcial y el toque de queda, sino porque poco a poco nos van convenciendo de que da igual votar a unos que a otros, de que es lo mismo quién esté en el gobierno o lo que protestemos, porque nos engañarán igual.
La participación electoral sigue descendiendo, y a medida que más gente se queda en casa, más se devalúa una democracia meramente testimonial, donde cada vez más, y con distintos pretextos, se condena la libertad de expresión y se impone el pensamiento único de unos valores creados fuera de la sociedad e instilados por la fuerza y de modo obligatorio.
Lo están consiguiendo, amigos: dentro de nada, si no ahora mismo, harán lo que les dé la gana de espaldas a los ciudadanos. Nos expropiarán el trabajo con impuestos abusivos y no servirá de nada quejarse, porque dirán que es en nombre de la solidaridad, la sociedad, la ética y la democracia. Nos dirán que el sistema financiero está en crisis por nuestra culpa, después de ver cómo subían artificialmente bienes de primera necesidad como la vivienda. Nos dirán que es nuestra culpa, o de los constructores, cuando son los ayuntamientos los que dan las licencias con cuentagotas para seguir sacando el máximo. Y nos lo tendremos que creer, porque no va a quedar más remedio. Es el trágala a la enésima potencia.
Pero no hay democracia que valga cuando al pueblo no le interesan los asuntos públicos. Y ellos son los que han peleado duramente porque no nos interese: para no dar explicaciones. Para lograr la impunidad del asesino que consigue que sea el otro el que, por su propia mano, se quite de en medio.
Lo están consiguiendo, porque el asco nunca falla como arma de guerra. Lo han conseguido, porque ya nos da igual y preferimos pensar en otra cosa. hablar de otra cosa. Tratar de vivir al margen de la política y tirar para delante. Como con Franco, pero sin esperanza de que se muera de una vez el opresor.
Talmente.

2 comentarios:

  1. Inquietante comentario, amigo Javier. Siempre resulta entretenido pasarse por tu blog.
    Saludos.

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  2. Muchas gracias.

    Un placer verte por aquí.

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