08 noviembre 2007

Muñoces y velascos



No digo yo que no tengan derecho a la nacionalidad los nietos de los exiliados a México, que sí que lo tienen. Pero me pregunto qué razón asiste a los que crean semejante criterio para dársela a unos y negársela a otros.
Porque el caso, seamos serios, es que si España se pone a repartir nacionalidades entre los descendientes de los que alguna vez se marcharon de esta país a alguna parte, vamos a ser setenta millones en cuatro días.
Somos una nación fértil; de eso no hay duda. Hay descendientes de españoles en todas partes, a millones, y en todas las circunstancias posibles. ¿Y por qué tiene más derechos el que huyó de una guerra que el que huyó del hambre?, ¿por qué se reconoce la legitimidad del que se fue por razones políticas y no del que se fue a trabajar? Me temo que va a ser por lo de siempre: porque vale más tener el carné del partido correspondiente que partirse el lomo día a día.
La conclusión a al que se llega, dando la nacionalidad a estas personas no es mala, pero el razonamiento es lamentable, en cuanto consagra la discriminación por razones ideológicas. ¿Que Franco también lo hizo? Pues claro, peor se supone que no hemos llegado hasta aquí para hacer lo mismo que Franco, porque si no, apaga y vámonos.
Ahora que estamos en la Unión Europea y que la nacionalidad española da libre acceso al resto de países de la unión, deberíamos ser un poco más cauteloso con estas cosas, no sea que nuestros vecinos nos empiecen considerar el coladero mayor, y acaben por cabrearse. Habría que tener algún criterio serio, el que sea, pero distinto a poder demostrar que tu padre o tu abuelo eran lo bastante afines al gobierno actual.
Ignoro si la anécdota es real o apócrifa, pero cuentan que cuando en los Estados Unidos hicieron a mediados de los cincuenta una campa a de integración, sugirieron a todos los descendientes de inmigrantes no anglosajones que "nacionalizaran" sus apellidos para facilitar el entendimiento y complicar las posibles distinciones o discriminaciones por razón de origen. La iniciativa, en principio, pareció correcta, y millares, casi millones de griegos, checos, italianos, húngaros y rusos acudieron a los registros para anglificar sus apellidos. La comunidad hispana, que quería en su mayoría quería seguir siendo y pareciendo hispana, no se lo tomó tan bien y contraatacó con una campa a apoyada en el siguiente eslogan: "antes que Dios fuese Dios y los peñascos, peñascos, los Muñoz ya eran Muñoz, y los Velascos, Velascos".
Pues eso, que como nos pongamos a nacionalizar muñoces y velascos, acabaremos por dar la nacionalidad y el voto hasta a Dios y a los peñascos. Y tampoco será eso, ¿no?

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