05 diciembre 2007

El gran padrastro

El gran hermano de Orwell se está quedando en caperucito rojo ante el advenimiento de otro lobo, rojo también, qué casualidad, en la cada vez menos lejana China.
Dicen las noticias de estos días que en una ciudad de nombre impronunciable (algo así como Chenzén) y doce millones de habitantes, el gobierno va a colocar en las calles doce mil cámaras de vigilancia capaces no sólo de grabar los menores movimientos de los transeúntes, sino también de reconocer sus rostros y localizar de inmediato el nombre, dirección, nivel educativo, antecedentes familiares, religión y trabajo de todo el que cometa la imprudencia de ir por la calle.
La idea, que es sólo un proyecto experimental, amenaza con convertirse en ley para todo el país, y si algo no lo remedia, verán ustedes qué pronto nos encontramos por aquí con algo parecido.
El pretexto será lo de menos: proliferación de la delincuencia, salud pública, amenaza terrorista o una variante de la glosopeda asnal que se transmite a los humanos. Es igual. El caso será tenernos a todos atados y bien atados, por nuestro bien, y a nuestra costa. Y seguro que hay quien lo aplaude.
Por esos mismos hormigueros, hay otro país donde hablan de prohibir paulatinamente el uso del papel y el metal moneda, de modo que sea obligatorio pagar cualquier compra con tarjeta de crédito. De momento, lo están haciendo por las buenas y el estado ofrece una bonificación del dos o el tres por ciento de todas tus compras con tarjeta, que te devuelve con la declaración de la renta. la idea parece inocente, pero no hace falta mucha imaginación para darse cuenta de que por ese camino el Estado controla hasta el último céntimo que se mueve en el país, y sabe además qué marca de chocolate nos gusta a cada uno, la talla de los condones y la frecuencia con que los compramos y el efecto de cualquier campa a publicitaria sobre la cesta de la compra. A los sociólogos se les hace la boca agua sólo de pensarlo. Y a los publicistas, ni les cuento.
Para que nos pongan una manivela en la espalda para darnos cuerda, faltan cuatro días. Y eso en Asia; aquí, como son así de majos, seguro que nos la ponen dos palmos más abajo.
Por echarse unas risas además de controlarnos, vaya.
Ustedes verán lo que hacen pero yo, por si acaso, pongo un anuncio para ir curándome en salud: "se compra rebaño de ovejas, sin cuota, para aprender idiomas con personal nativo. Interesados presentar ofertas en http://www.javier-perez.es/
Joer.

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