29 diciembre 2007

Violaciones masivas (o lo que calló Pierre Boulle)

Estos días se ha insistido en una de las noticias más estremecedoras que yo haya leído en los últimos años: parece ser que en África se ha extendido la creencia de que el SIDA se cura manteniendo relaciones sexuales con niñas menores de trece años. Se dice también que si no se consigue a la primera hay que volver a intentarlo hasta que el mal desaparezca. Y no es un chiste cruel, no. Es en serio.
Semejante estupidez parece estar contribuyendo, y no poco, a la extensión del SIDA por África, además de suponer la muerte civil de estas ni as, que frecuentemente son violadas o arrancadas de sus familias en un majadero y criminal intento de librarse la mortal enfermedad infecciosa. Acto seguido, por razones también culturales, y como han perdido la virginidad, acaban vendidas como prostitutas.
Por supuesto, el periodista que comentaba el hecho, o quien redactó el informe que lo denunciaba, añadía piadosamente que estas creencias son fruto de la incultura y la pobreza.
Y una leche, digo yo.
Porque uno lee esas cosas y se pregunta por qué los esquimales, que son el doble de pobres que los africanos y están bastante más aislados, no se entretienen en violando a sus niñas para curarse, por ejemplo, el escorbuto.
No va a ser la pobreza. No va a ser la incultura. Va a ser, aunque suene un poco bestia, la definitiva incapacidad de ciertas sociedades para salir del barrizal. Con potencia colonizadora, sin ella, con petróleo a chorros o con minas de diamantes. Es igual. Hay quien tiene un pantano friolero y repulsivo y funda Holanda. Hay quien tiene un mina de diamantes y funda un matadero de hambrientos. No es la tierra. No va a ser.
Si es cierto aquello de cada hombre es él y sus circunstancias, hay que pensar que las circunstancias históricas y culturales de media África invalidan a algunas de sus gentes para la vida en sociedad. Por sus irrenunciables y casi generalizadas mutilaciones de clítoris, por su especial violencia en conflictos como el de Rwanda o el de Darfur, por sus bestialidades como la que hoy me atrevo a describir.
Los europeos hemos hecho las mismas cosas, y peores, pero no utilizábamos estas señas de identidad como credenciales para pedir ayuda al resto del mundo. Lo malo, creo yo, es que por África ha empezado a correr el rumor de que cuanto mayor sea el grado de salvajismo, más fácil será que alguna organización aporte fondos para remediarlo. Así que el mecanismo es simple: si haces el burro, mandan camiones con arroz.
Por mi parte, pienso justo lo contrario: al ser humano, todo, pero el que se porte como un chimpancé, que muera como tal.
Tal vez sea una burrada, no lo niego, pero el remedio va por ahí. O al menos, el nuestro, por ahí nos vino. Pagamos y aprendimos.

O eso quiero creer.

2 comentarios:

  1. Anónimo2:18 p. m.

    Valiente texto.
    Cuanto daño han producido las teorías "ambientales" para justificar cualquier barbaridad, por no mencionar la complicidad de las almas bellas.
    Simplemente nos da pánico traspasar ciertas líneas y convertirnos para siempre en una especie de coronel Kurtz.

    Saludos

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  2. Lo malo es que a veces nos queda elegir entre decidir por otros, que se llama colonialismo, o no hacerlo, que se llama indiferencia.

    Lo peor res el jodido término medio, me temo.

    salud

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