27 febrero 2007

Grita fuego


Una de las cosas que más me han impactado últimamente ha sido leer lo consejos que se dan y se reparten a las mujeres para el caso de ser atacadas sexualmente. Y no voy a entrar a valorar si las medidas que se proponen son eficaces o no, o si lo que se debería es hacer algún cambio legislativo que haga menos rentable el asesinato. Eso, si les parece, otro día.
Hoy, de lo que quería hablarles es de una de esas instrucciones, una que aconseja no gritar “socorro”, ni “auxilio”, ni ninguna otra exclamación que dé a entender a los vecinos o personas que se hallen en las inmediaciones que se está corriendo peligro. Ahora, lo que se aconseja es gritar “fuego”, porque está demostrado que la gente sólo se asomará a ver qué pasa si son ellos mismos los que pueden llegar a sufrir un daño.
Y me parece repugnante, oigan.
Me parece odioso que hayamos llegado a un extremo en el que para suscitar la solidaridad de los demás haya ser negro, o azul, y vivir en el quinto pino, porque de lo contrario nadie se asomará a la ventana o avisará a la policía.
Si las autoridades recomiendan gritar “fuego” es porque saben que el contrato social en que se basan nuestras ciudades es forzado, sólo funciona cuando tiene carácter obligatorio, o cuando no exige más que una sonrisa bienintencionada o cincuenta céntimos en una lata de una colecta.
Decirle a la gente que cuando esté en peligro grite “fuego” equivale a reconocer que ni las autoridades confían en su propia capacidad para hacer cumplir la ley ni los ciudadanos creen que pueda merecer la pena ayudar a las autoridades o a las víctimas.
Esto es el sálvese quien pueda.
Mucha campaña para concienciar a la población de que hay que denunciar los malos tratos, y los abusos a menores, y los atentados contra la naturaleza, pero luego la policía, la que sabe lo que pasa en realidad y no tiene necesidad de andar con monsergas porque no se presenta a las elecciones, nos recomienda asustar a los demás con un incendio o dejar que pase lo que tenga que pasar.
Porque si no, no se va a interesar nadie. Porque no va a intervenir nadie. Porque la impunidad del delincuente es tal que el que intervenga se la juega, con el delincuente primero y con la ley después, siempre dispuesta a hacer tabla rasa y golpear primero al que tenga por donde agarrar.
Decía un juez profesor mío que antes se encuentran causas que patrimonios, lo que no es más que una manera elegante de afirmar que si hay donde cobrar se encuentra mejor una razón para sacar el dinero de lo que se encuentra el dinero si hay un delito por el que cobrar.
Y como así va la justicia, así va la calle: el que tiene algo, reza para que no le toque a él y mira para otro lado. Porque desconfía. Porque sabe que si se mete le cobrarán a él. Lo que sea, peor a él.
Mientras la insolvencia sea causa de impunidad, gritaremos fuego.
Y si no hacemos pronto algo, cuando vengan mal dadas y haya cinco millones de parados reales, arderemos todos.

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