05 enero 2010

Tontos pero pobres


Dicen, y te obligan a pensar, que lo mejor que podemos hacer en estos momentos es mirar para otro lado y conceder una amnistía fiscal a todo el cargamento de billetes de quinientos que duermen aún en las cajas de seguridad de los bancos, en las tejas, los calcetines y hasta los pañales de media España.

Según las cuenta de lo que producimos y el dinero que se mueve, en España tenemos un veinticinco por ciento de economía sumergida, y eso, con la calculadora en la mano, significa que el Estado está dejando de recaudar cien mil millones de euros en impuestos. Cien mil millones, nada menos, frente a los quince mil que tratará de sacarnos, y no lo conseguirá, con las subidas de IVA, gasolina, Renta y demás sonsacas que acaba de anunciar Zapatero.

La idea que proponen algunos es crear una emisión especial de deuda pública, a un interés muy bajo, inferior al uno por ciento, pero con la particularidad de que no se preguntaría a nadie de dónde había salido el dinero invertido en esa emisión. Ese sistema, que podría sacar a la luz una burrada de millones, permitiría dotar de liquidez al ICO para que concediese créditos blandos a los autónomos, las pequeñas empresas y, en general, a todo el que pretendiese crear empleo. Además, por el IVA y otros impuestos aplicados cuando se gastase o invirtiese ese dinero, se podrían recaudar otros cinco o seis mil millones adicionales.

La solución, como ven, parece buena en la práctica, aunque sea absolutamente vergonzosa en el plano ético, pues da la razón a los que no pagaron sus impuestos y supone un peligroso precedente para el futuro.

¿Pero estamos para éticas? Yo creo que no. O creo que sí, pero por otro lado. Se puede ser muy justo y enseñar unas manos muy blancas diciendo que no se ha librado a ningún chorizo de pagar sus impuestos, pero decirlo al tiempo que ese mismo dinero se le saca a los que trabajan y a los que más esfuerzo ponen para ganarlo, no es ético.

No es ético subirle unos céntimos la barra de pan a la abuela y seguir diciendo, con la cabeza bien alta, que en este país no se permite el blanqueo de dinero.

Igual que el derecho penal se basa en que vale más perdonar a veinte culpables que castigar a un inocente, habría que pensar aquí que más vale que se escapen de pagar unos pocos que sangrar a todo el pobre currante que se levanta a las siete de la mañana para llevar a casa los garbanzos.

¿Está feo? Sí señor. Peor más feo está todo ese dinero criando moho en las cajas de seguridad mientras los pequeños empresarios de este país se las ven y se las desean para que les renueven una línea de crédito de treinta mil puñeteros euros con los que seguir trabajando y dando trabajo.

Feo está pegarse migas en los bigotes para que parezca que hemos comido. Lo demás, si hace falta, se maquilla.

Como a los propios muertos.

1 comentario:

  1. Más bien da la impresión de que atravesamos el momento de "dame pan y llámame tonto", o "dame Binladens y llámame inmoral".

    Saludos.

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