02 enero 2010

Extraña suavidad

Dicen unos que la desconfianza es la más refinada de las bellas artes mientras otros, más filántropos, opinan que la desconfianza es como la bacteria del catarro, que en cuanto ataca a uno en una casa no deja títere con cabeza, así que si es usted del segundo tipo, perdone que sea tan desconfiado y le diga que me extraña, me extraña y me escama horrores, que con todo el material que tienen los socialistas para arrojar con el tema del PP valenciano estén tan relativamente callados y tranquilos, en vez de armar la de marimorena y llamar poco menos que a la quema pública de los seguidores de Camps.

Me extraña, oiga. Y cuando una cosa me llama tanto la atención doy en pensar que sus buenas razones tendrán los socialistas para esta parente moderación. A mí, a bote pronto, se me ocurren tres y se las cuento:

La primera, que tienen tal carga de porquería los socialistas sobre sí mismos, tanto de un tipo como de otro, que prefieren ser prudentes, no vaya a ser que les saquen más hijas de Chaves, o más parados, impuestos, y sablazos al ciudadano. O sea, que nos tienen a todos tan cabreados con lo de los impuestos y la ruina a la que llevan al país que aparecer lo justo y abrir la boca lo justo les parece lo más cabal.

La segunda opción es que sea verdad que todos los informes y todas las vainas sean un invento del ministerio del Interior o de algún funcionario con ganas de ascender. De hecho, hay que reconocer que salen a relucir informes policiales, chácharas de porteras y rumores aderezados con dimes y diretes, pero si tuviesen algo consistente sería de esperar que a estas alturas hubiese ya algún detenido, algún procesado o por lo menos algún denunciado. Y de eso, nada. Sólo hablar y señalar con el dedo, pero no han encontrado miga, ni chicha, ni bacalao para empezar un proceso judicial, que es lo que se supone que se empieza en los países serios, en lugar de un Santo Oficio.

La tercera es que los socialistas se hayan dado cuenta de que si siguen tirando de esa cuerda y tensan mucho la situación van a acabar llevándose a Rajoy por delante, pues haya lo que haya está claro que Rajoy lo sabe, lo conoce, y lo calla. Y los socialistas saben que si derriban a Rajoy pueden perder de calle y por paliza las próximas elecciones, porque lo único que los mantiene con vida en las encuestas es que Rajoy es un líder desnatado y light como el agua mineral, porque acercarse dos punto al gobierno con la que está cayendo y seguir penúltimo en popularidad de los españoles en esta coyuntura es como para cortarse las venas. En esta situación, los socialistas habrán pensado, y creo que con razón, que hay que procurar dañar al partido contrario pero manteniendo a salvo al líder, porque como dimita Rajoy y presenten a las generales a otro candidato, les van a dar hasta en el cielo de la boca.

Estas son mis tres opciones. Cada cual que se quede con la que quiera, o con otra que se le ocurra sobre la marcha.

Y si se siente usted confiado, bonachón y hasta ingenuo, quédese con la idea de que la desconfianza no es un sentimiento positivo, ni humanista, ni social. Es una buena idea y un buen sentimiento. Sobre todo, sin haber fumado antes nada.

2 comentarios:

  1. La desconfianza es una enfermedad que se adquiere al envejecer, como la vista cansada o la prostatitis.

    Saludos.

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  2. No me digas eso que me haces encanecer

    :-)

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