04 julio 2009

¿Especialistas en qué?


Vivimos en un mundo complejo. Todo es complicado y hasta el menor de los artilugios, o de los papeleos, requiere la cooperación de un montón de personas y tecnologías. En un mundo como el nuestro parece imperativa la formación de especialistas, porque es tan grande y de tal amplitud la variedad de campos del saber que no se puede pretender ya que un hombre, por grande que sea su capacidad, abarque todos esos conocimientos.
Quizás por eso se han ido suprimiendo poco a poco de los planes de estudios todos esos conocimientos que llamábamos humanistas y que hoy algunos no tienen mayor empacho en calificar de inútiles. Cada enfermedad tiene su propia especialidad en medicina y cada pieza de un coche acabará teniendo su propio mecánico. Una manera como otra cualquiera de fragmentar el trabajo y el esfuerzo para maximizar el resultado final. Vale. Como Dios.
Y ahora viene la pregunta jodida: Y partiendo de estas premisas, ¿ quién se ocupa de las tareas de coordinación del conjunto? Porque se supone que cada cual es especialista en una cosa y sabe mucho, o todo, de lo suyo, que es limitadísmo, y muy poco de todo lo demás. Y claro: resulta que las piezas del coche hay que ensamblarlas y que hay que poner de acuerdo a los albañiles con el ingeniero, a este con el economista y a todos con la administración para al final construir el coche o levantar el edificio. En un sistema orientado a la especialización, ¿quién coordina?
La respuesta da miedo: el que no sirve para otra cosa.
Cuando el sistema se orienta a la especialización, los mejores sueldos, las mejores posibilidades laborales, las mejores carreras y el mayor reconocimiento social se lo llevan los que han conseguido destacar en su pequeña parcela concreta. Por tanto, los puestos interdisciplinares, los que deben abarcar varias materias, los acabarán desempeñando aquellos que retrocedieron en el escalafón de su especialidad porque no pudieron destacar en ella. El mejor oculista no va a dirigir el hospital, ni el mejor traumatólogo, ni siquiera el mejor economista. Esos estarán en otros puestos, ganando mucho más en su especialidad. ¿Quién dirige el hospital, la fábrica o el país con este sistema educativo? El mediocre, porque le que realmente vale ha sido desviado, desde la universidad e incluso antes, hacia una férrea especialización.
Así las cosas, hagan un ejercicio de memoria y díganse a sí mismos qué puestos tenían fuera de la política los que nos gobiernan y los que aspiran a gobernarnos. ¿Hay alguno que haya destacado terriblemente en su campo antes de convertirse en gestor o coordinador de la caja y la ley común? Si acaso, Rodrigo Rato, que era un conocido empresario aunque no el más rico ni el más brillante, pero fuera de ese, que llegó a presidir el Fondo Monetario Internacional, ¿quién más se les ocurre a ustedes?
A mí, ninguno. Así que si todo está hecho una pena y cada cual va por su lado, trabajando a lo tonto y gastando a lo idiota sin tener en cuenta lo que hacen los demás, ¿de qué nos extrañamos?

2 comentarios:

  1. Este es el problema de tener una casta de políticos profesionales, que además viven en una realidad virtual.

    Saludos.

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  2. Virtual será su realidad novelesca, pero sus priviulegios son muy reales...

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