14 octubre 2007

La lealtad de los girasoles



El otro día estuve siguiendo un rato del debate sobre el estado de la nación y al que más eché de menos fue a Manolo el del bombo. A ver cuándo lo invitan.
En estos debates, por lo que tengo visto y oído, lo que menos le importa a nadie es lo que se dijo, lo que le cuesta a los espa oles llegar a fin de mes o las razones que puedan esgrimirse. Lo que cuenta aquí es la camiseta que lleve cada uno y su capacidad para sentir los colores, porque se trata de eso: de sentir los colores o sacar el santo en procesión.
Si llueve o no llueve es lo de menos: lo que cuenta es si eres de este o de aquel santo. Si los tuyos juegan bien o mal, importa un rábano: el caso es que ganen, aunque sea de penalty injusto en el último minuto.
El debate sobre el estado de la nación se parece cada día más a un Madrid-Barça: cada cual aplaude a los suyos a rabiar, hagan lo que hagan, porque el forofo es como el talibán. Mientras tanto, los cuatro aficionados de verdad al fútbol se resignan a ver un partido de mierda donde unos tíos que cobran lo que no valen ridiculizan la profesión que dicen desempeñar.
Y resulta que yo siempre fui un aficionado de veras. Y cuando oigo a estos fulanos que nos representan no paro de echarme las manos a la cabeza, por su baja categoría, por su nula capacidad oratoria, por lo malos que son, lo mal que se explican, las tonterías que son capaces de decir y la impunidad con que nos insultan a la cara.
Estos señores no tienen media bofetada dialéctica. Unos son analfabetos funcionales y se muestran orgullosos de ello, diciendo que no sólo la gente preparada puede representar al pueblo; otros hablan para la galería, sin saber que las galerías cerraron hace años, sobre todo las de carbón; otros se contradicen, se lían, se dan de bruces contra sus propias majaderías y siguen tan anchos. Y mientras tanto, el público, aplaudiendo a rabiar a los de sus colores.
Porque el público quiere ante todo ser leal. Y fiel.
Fiel como los girasoles, que siguen en todo momento las evoluciones de su astro, sin perderle ojo.
Tenaz como los girasoles, que no desmayan nunca en su empeño.
Inteligente como los girasoles, por supuesto.

3 comentarios:

  1. Anónimo12:03 p. m.

    Esa equidistancia me parece injusta, Rajoy me parece un gran orador, pero por lo visto en este país el que no es un casposo va de divino, en fin.

    ResponderEliminar
  2. Anónimo5:48 p. m.

    Hombre, tanto como un gran orador, me parece un poco excesivo, pero al lado de ZP y su guitarra parece elocuente, aunque, si comparamos a cualquiera de los dos con los reyes del anacoluto (y pesadilla de logopedas) Acebes y MºTeresa Fdez. de la Vega, cualquiera de ellos paréce demóstenes.

    Por lo que respecta al artículo de Javier, concuerda sorprendentemente con algo que envié al "Enrique Ferrán", en el que decía que aquí se es de un partido igual que se es de un equipo de Futbol.

    Por si acaso, voy a revisar mi ordenador, no sea que Javier nos ha colado un troyano desde esta página y está al tanto de todo lo que escribimos.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  3. Yo, de troyanos, Héctor, como mucho :-))

    Y voy a definir lo que es un buen orador: el que sabe lo que dice, sabe decirlo y sabe a quién lo dice.

    Zapatero no sabe lo que dice.
    Los otros retyes del anacoluto delso que habláis no saben decirlo.

    Rajoy no sabe a quién se lo dice.

    Buena oradora era Pasionaria, por ejemplo, o Serrano Suñer, si queréis un euemplo del otro lado.

    A mi entender, vaya.

    ResponderEliminar