31 octubre 2007

Gestores del todo a cien



Se discute estos días si los sueldos que se autoasignan nuestros políticos deberían referenciarse a lo que gana un funcionario, a lo que gana un gestor, o a qué. Se quejan algunos de que del bolsillo de todos salen cantidades difícilmente justificables, y puede que tengan razón en parte, pero no por las cantidades, sino por lo poco que vemos a cambio de ellas.
Por mi parte lo tengo claro, porque llevo muchos a os trabajando cerca de la institución universitaria, y considero más que demostrado que hay ciertos puestos, mal pagados, en los que sólo se acaban metiendo los que no valen para otra cosa.
Harto estoy, se lo aseguro, de comprobar que los buenos profesionales, los de verdadera valía, acaban trabajando para empresas que les pagan un pastón mientras que en las tarimas de la Universidad quedan para dar clase los que saben que no van a encontrar nada mejor o los que no tienen ganas de rendir cuentas ni horarios a nadie. En general, los vagos y los ineptos, vaya.
Ya les he contado antes que lo mío es la economía, y en esta rama les aseguro, les juro incluso, que una profesional con grandes habilidades para la gestión no se conforma con cobrar dos mil euros. A no ser, claro, que la otra opción fuese cobrar setecientos trabajando de contable de una panadería.
Pues en la política igual. O peor. Necesitamos gerentes. Necesitamos administradores con iniciativa, dispuestos a partirse la cara para sacar adelante sus proyectos. Necesitamos gente que sepa hacer las cuentas, buscar los recursos y optimizar su utilización. Y la gente que sabe hacer eso cobra verdaderas fortunas en la empresa privada.
¿Cómo queremos que se presente a alcalde un se or que gana veinte o treinta mil euros en su trabajo? No se presenta, por supuesto, y con esta postura populista y bonachona del amor al arte acabamos permitiendo, o fomentando, que los asuntos públicos queden en manos de aficionados, de arribistas y de desaprensivos que vienen a hacer experimentos con nuestra gaseosa.
Y es que es igual en todo: si buscas un alicatador de cuatrocientos euros al mes, al final se van los azulejos al carajo. Y si buscas un alcalde de miseria, pues eso obtienes: una miseria de alcalde.
Lo que vale algo, algo cuesta. Eso lo sabemos todos, pero la sabiduría popular parece agotarse cuando se trata de estos temas. Porque si no, no se explica esta continuo recaer en tener muerto de hambre al perro que vigila las gallinas.
Va a ser por cainismo. Va a ser por jorobar a alguien. Aunque nos rebote.
O por el convencimiento de que con el sistema electoral actual, aún pagándoles, tendríamos a los que eligiesen los partidos. Y en el partido, pues ya se sabe: si el candidato sabe sumar o no, es lo de menos; lo que cuenta es que sea dócil y un poco más tonto que el líder inmediatamente superior, para que no le haga sombra.
Por las dos cosas, me temo.
Foto: Ciudadano echando cuentas

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