13 mayo 2007

Oposita, que algo queda



Hace poco, en una conversación informal, se le ocurrió decir a un conocido que la enseñanza pública es mejor que la privada porque todo el que quiere dedicarse a la enseñanza prefiere dar clase en un centro público antes que en uno privado. De eso hará dos semanas y las risas no han parado todavía.
Lo cierto es que tradicionalmente el empleo público era más cómodo pero estaba peor pagado. Sin embargo, de unos años a esta parte, la empresa privada paga cada vez menos (de media, lo mismo hoy que en 1997), exige abusivamente horarios cada vez más largos y utiliza la precariedad como forma de presión. Así las cosas, y con unos sindicatos que se dedican fundamentalmente a defender sus privilegios, sus plazas de liberado y sus trapisondas de todo tipo, no es de extrañar que las academias de opositores estén cada vez más llenas.
Y es que opositar, sale rentable. Lo hacemos rentable entre todos, concediendo días libres, "moscosos", horas por médico, horas por asuntos propios, horas por todo lo imaginable, y preferencia o canongía cuando toca obtener plazas en guarderías y otros servicios. Y además, los bancos, prefieren también a los funcionarios a la hora de conceder una hipoteca.
Por eso, aunque se presenten quinientos aspirantes por cada plaza, aunque nunca se sepa la fecha de las convocatorias y aunque se puedan pasar la juventud pegados a un asiento sin producir otra cosa que bilis y neurosis, el número de opositores se incrementa cada año.
Lo triste, la verdad, no es que los funcionarios vivan mejor o peor, que hay puestos de todo tipo y plazas de muchas clases, sino que la máxima aspiración de los jóvenes, según ellos mismos dicen, sea tener un trabajo para toda la vida donde no haya que comerse la cabeza, ni aprender nada, ni reciclarse, ni preocuparse de nada. Luego, cuando sacan la plaza, las cosas no son como esperaban, pero hablando con ellos es esto lo que te cuentan.
Y cuando un país alienta esta clase de aspiraciones en la juventud, no es de extrañar que se ponga a la cola de la productividad, siga en el abismo de la innovación tecnológica y acabe cada vez más envejecido. Porque tener hijos es también un riesgo y está claro que esta generación no quiere riesgos.
Por eso, cuando se quejan de que hay mil aspirantes por cada plaza, no queda más remedio que encogerse de hombros y decirles que sigan, que opositen, porque algo queda: aunque sea un callo en el culo, un principio de calvicie y toda una vejez fosilizada por delante.
Eso, a los que estudian para intentar sacar la plaza. A los que dicen que opositan para que su padre les siga pagando la sopa boba, mejor no decirles nada. Buena gana.

6 comentarios:

  1. Anónimo9:20 p. m.

    Muy lúcido, Javier. Debería ser obligatorio para el sector más triste y ajado de nuestra gente joven darse una vuelta por Boston o Seattle, y conocer a un par de esos veinteañeros que dirigen PYMEs surgidas de la imaginación y el riesgo, sin el menor miedo y sin el menor complejo. Sólo para ver el contraste con el opositor vallisoletano (pongo por caso).

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  2. Joder, qué perfección, qué análisis tan, tan tremendo.

    Un punto, pollo.

    Con tu permiso divulgo este mail entre mis conocidos aspirantes a culo gordo terapia no-innovadora

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  3. Bienvenido por aquí, Ignacio.

    En una de esas pequeñas locuras ando metido, y no ganaré dinero, pero por lo menos tendré algo que contar.

    Pocas cosas me asustan más que ese vacío delque salta veinte años de su vida cuando le preguntan los niños qué hizo de joven.

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  4. Por supuesto, Alsen Bert, sírvete tú mismo.

    Y gracias por los ánimos, que siempre vienen bien.

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  5. He leído tu comentario. Soy funcionario de carrera (por oposición) y quiero decir que, si bien es verdad que en la función pública existen una serie de ventajas laborales, no es menos cierto que los sueldos por lo general son más bajos que la privada, que no existen bonus, que no me hago de oro como autónomo cuando hay una buena racha... En definitiva, cada cosa tiene ventajas e inconvenientes. Ejercí como autónomo durante 5 años, y cuando decidí dejar todo (ganando más que ahora), irme a Madrid, y encerrarme durante unos años a hacer vida de monje (porque el opositor es un animal que estudia, duerme y come, por este orden) nadie se acordaba de nosotros. Ahora con las vacas flacas, cuando precisamente la gente quiere tener un empleo fijo (lejos del riesgo ese que comentas que hay que tener para ser más "productivo"), es cuando tiran piedras contra los que decidimos estudiar en lugar de salir con nuestra novia a dar un paseo, estudiar en lugar de vacaciones de dos semanas, estudiar en lugar de ir al fútbol con amigos, estudiar en lugar de disfrutar de nuestras familias. ¿Quieres saber lo que es el riesgo, amigo? El riesgo es meterte en la cabeza 300 ó hasta 500 temas, día a día, sin tener ABSOLUTAMENTE ninguna garantía de éxito. El riesgo es jugarte como dices la juventud al número X, habiendo mil apostantes más. No creo que deba desprestigiarse al funcionariado, igual que yo respeto la privada. Igual que respeto los asesores que se forran haciendo declaraciones de Renta como churros (no se innova demasiado), dentistas sacando muelas a tutti pleni (no innovan tampoco). Por favor, desde aquí pido que no se juzgue en blanco y negro. La gente, lo que queremos, es calidad de vida. Y la jornada intensiva (que no es exclusiva del funcionariado), el sueldo fijo, los días de médico (tampoco exclusivos nuestros) lo son. A cambio, ganas menos, te vas a Lanzarote si te envían allí o a Soria, o donde sea. Es un modo de apostar. Nada nuevo. Todos intentamos lo mismo. La peor parte se la llevaron los muchos compañeros que, haciendo el mismo esfuerzo que yo, o más incluso, se quedaron por el camino. Perdieron juventud, tiempo, años, ocasiones, atardeceres, partidos, novias... y renunciaron por un ideal que nunca llegó. Desde aquí mi recuerdo y respeto para ellos. Un saludo

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  6. Considero que opositar en busca de un trabajo público es la mejor manera de encontrar un empleo estable en estos tiempos de crisis económica. Trabajar en la administración estatal implica estar en posesión de un puesto de por vida, muy bien remunerado y que ofrece amplia flexibilidad horaria a sus empleados.

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