16 enero 2007

Un timo descomunal


Esto de que se acelere la historia y de que el mundo cambie tan deprisa tiene la ventaja, o el peligro, de que algunos hemos podido ver los dos lados de lo que osadamente llaman mejoría material de España antes de que puedan tildarnos de abueletes nostálgicos de sus años mozos.
Es evidente que en las últimas dos décadas el país ha mejorado, a pesar de los políticos y a despecho del sistema educativo. Se vive mejor de lo que se vivía y se vive más. Las viviendas son mejores. Los coches son mejores y hasta las gafas son mejores. Y es normal, porque el progreso consiste justamente en eso: aportar inteligencia y tecnología a la vida diaria para hacerlo todo más eficaz, más cómodo y más fácil.
Pero oigan: ¿no tienen a veces la impresión de que aquí ha fallado algo?, ¿no les parece a menudo que somos como el portero al que le han metido un gol y no sabe por dónde ha entrado? Yo sí.
Tengo ahora treinta y tantos años y no me cuesta mucho recordar cómo eran las cosas hace veinte. Sin nostalgias ni sentimentalismos. Y recuerdo que en mi casa éramos tres y que con un sueldo de aquellos que pagaba el estado vivíamos perfectamente. Algunos vecinos eran cinco o seis de familia y vivían también con aquel sueldo, sin tirar cohetes, pero con coche, casa y estudios de los hijos fuera. Y mis amigos igual: un sueldo de dependiente de comercio, o de empleado de banca, o de obrero de la azucarera, y tiraban sin problemas.
Y ahora resulta que para vivir hacen falta dos sueldos. Y no es que hace veinte años la gente ahorrase más y se privase de más gustos, que también, sino que las cuentas reales no salen. Con el aumento de precio de algunos bienes, como la vivienda, nos encontramos con que en las casas en que no trabajan dos, la cosa se pone peliaguda. Y nada de tener tres hijos. Uno, a lo sumo, y a los cuarenta años.
Si para tener lo mismo que teníamos, más la mejora que aporta la tecnología, tenemos que trabajar el doble, ¿cual es la mejora tecnológica? El ferrocarril fue una mejora sobre el carro de bueyes, y el transporte se hizo más barato. El avión supuso una mejora sobre el barco, y cruzar el océano también fue más barato. En general, como dice un amigo mío, el ingeniero sabe hacer lo mismo que el albañil, pero mejor, más rápido y más barato. Un ordenador hace veinte veces más cosas y no es más caro que una calculadora, una máquina de escribir y un archivador juntos. Pero si avanza la técnica y tener el doble nos cuesta el doble, ¿qué hemos ganado en realidad?, ¿dónde está el margen del progreso?, ¿quién se lo ha llevado? Nosotros no.
Trabajamos más horas y la necesidad de trabajar se lleva parte de los ingresos generados por el trabajo. ¿Cuántos hay que tiene un segundo coche para poder trabajar y cuánto les cuesta?, ¿cuántos hay que tienen que gastarse una parte del salario en guarderías?, ¿cuánto les deja realmente ese trabajo una vez hecha la cuenta?
Trabajamos el doble para obtener menos del doble: alguien nos ha dado el gran palo, sin navaja y sin callejón oscuro.
Y a eso le llaman bienestar
Jo.

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