20 enero 2007

Devaluación académica


En este país siempre ha gustado mucho eso de promulgar un Real Decreto que devalúe la moneda, uno como aquellos dos o tres que firmó Solchaga comiéndose de un plumazo un tercio de los ahorros de los españoles.
Como ahora la moneda no está a su alcance, parece que siguen empeñados en sus devaluaciones y atacan al sistema académico con leyes que reparten graduados a todo el mundo, bachilleres a mogollón y títulos a tutiplén. Por supuesto, aquello que tiene todo el mundo, carece de valor en el mercado y a la larga son los de siempre, lso que pueden pagarse algo que los diferencie, los que acaban quedándose con los buenos trabajos.
El asunto es particularmente grave en el ámbito universitario, donde de unos años a esta parte hemos visto cómo se reducen dramáticamente los salarios que cobran los diplomados y licenciados universitarios una vez concluidos sus estudios.
Sería muy interesante que las universidades españolas, las públicas y las privadas, informasen a la sociedad, que las paga, de qué trabajos desempeñan sus estudiantes y cuánto cobran por ellos, a los dos, a los cinco y los diez años de haber terminado su carrera. Sería tan interesante que ni intentan conseguirlos ni publican esos datos así se les encañone con un revólver.
Todas las ciudades, y también la nuestra, andan como locas para que se implanten más títulos universitarios en sus campus, pero mucho me temo que eso no se debe a que crean que van a dar un mejor servicio a los ciudadanos, sino a tratar de conseguir potenciales clientes para sus tiendas, sus bares y sus pisos de alquiler. Los estudiantes son hoy en día una mercancía política más con que premiar a los afines y castigar a los díscolos. Son consumidores, usuarios, y fuentes de ingreso. Pero poco más.
Tal y como está planteada la enseñanza universitaria, la empresa privada tiene cada vez más dudas respecto a la preparación de los titulados, exige cada vez más años de experiencia, y sabe que puede requerir para un puesto cualquiera una titulación que nada tiene que ver con el puesto de trabajo que se va a cubrir. ¿Por qué la banca exige ahora un título de económicas para ponerte detrás de una ventanilla? Porque sobran economistas. ¿Por qué un veterinario acaba como ayudante en un laboratorio de análisis? Porque sobran veterinarios y ya no hay animales en el campo que los requieran.
De otras titulaciones mejor no hablo, porque habría que buscar a los licenciados en puestos de cajero de supermercado, telefonista y otros trabajos, perfectamente dignos, pero que no requieren cualificación.
Al final, como el mercado no los valora en absoluto, para lo que sirven muchos de estos títulos es para opositar. O sea: que el Estado da los títulos y el estado los requiere y los hace valer. Juan Palomo: yo me lo guiso y yo me loco.
Con este sistema de universidad para todos, lo que tenemos, en resumen, son títulos devaluados que no permiten aspirar a sueldos acordes con el esfuerzo y el dinero que cuestan. Eso, y un gasto público desmesurado en enseñanza, un gasto además que gastan a su antojo los rectorados contratando a quien les parece de manera opaca, impune y casi siempre desvergonzada.
¿Pero quién se atrevería a restringir el acceso a la universidad y a endurecer las pruebas de selectividad?, ¿quién privaría a algunas ciudades agónicas de dos o tres mil jóvenes consumidores? Nadie, seguramente.
Por eso es mejor devaluar y dejar que la gente crea que tiene algo. Así, por lo menos, el que se cree importante no se mete a revolucionario.

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