20 enero 2007

Tendremos cuchillos largos


Viene ya de antiguo esa manía de los historiadores de intentar parecer periodistas deportivos y presentar con titulares impresionantes los episodios de la historia, como si tuviesen que vendernos los hechos disfrazados de novelas. A lo mejor es que saben de antemano que en realidad escriben ficciones, y así, entre novelistas que toman sus tramas de la historia e historiadores que nos cuentan el pasado con veleidades de novelista tenemos el actual éxito de la novela histórica. Y de la memoria histórica.
Uno de esos episodios que recibió nombre altisonante fue lo que se dio en llamar la noche de los cuchillos largos. A pesar de la épica que puede insinuar una denominación tan sugerente, la realidad del asunto es bastante prosaica y bastante repugnante: después de que el partido nazi de Adolfo Hitler llegase al poder ganando las elecciones, al Führer ya no le pareció de buen tono mantener en la calle bandas de matones exaltados que acallasen toda oposición; teniendo bajo su mando todo el aparato del Estado, resultaba inútil y problemático seguir contando con los viejos camaradas que le había ayudado a auparse a la cancillería. Por eso una noche los hizo detener a todos y los fusiló al amanecer. Amigos. Compañeros. Camaradas de otras luchas. A todo el que le estorbaba para ofrecer una nueva imagen de líder democrático recién ascendido por las urnas.
La naturaleza de los españoles, sobre todo de una de las dos Españas, me hace pensar que también nosotros veremos una noche, o una semana, o cuatro años de cuchillos largos. Ya los tuvimos cuando Aznar ganó las elecciones y el juez que se atrevió a acusar a Polanco acabó él mismo procesado. Ya los tuvimos cuando Aznar volvió la espalda al diario que había destapado los escándalos del GAL, o no quiso ejecutar las sentencias, sentencias firmes, del caso de Antena tres radio.
Los tuvimos y no duden que los volveremos a tener, seguramente con la COPE y otros medios de tendencia conservadora que tratan de llevar en volandas o a empujones a Rajoy hasta la Moncloa. Tendremos cuchillos largos porque la derecha española quiere llamarse centro y para conquistar fama de dulce y moderada alejará de sí como apestados a todos los que le sacaron las castañas del fuego en los tiempos de peregrinar por el desierto.
Tendremos cuchillos largos porque la derecha española distingue en todo momento a quienes son acreedores de ganar una fortuna y a quienes sólo lo son de una palmada en la espalda. La derecha española pide servicios y favores, pide que se asuman riesgos y se defiendan posiciones, pero luego ni da la cara, ni salva la de los suyos, ni sabe corresponder a lo que pide. La derecha española piensa en términos de rentistas aburridos en su quinta de Estoril o de ganapanes a los que se satisface convidando a un cochinillo. Esas son las dos tipologías que maneja.
Tendremos cuchillos largos porque la derecha española pide a los escritores, a los artistas, a los periodistas y hasta a los cantantes que se decanten en favor suyo, pero luego, en cuanto llega al poder, acaba contratando a los de siempre, subvencionando a los de siempre y favoreciendo a los mismos que la izquierda. Para que no protesten. Para que no armen jaleo. Para que estén contentos y se callen de una vez. Por eso cuando la derecha trata de organizar un “pásalo”, no lo pasa ni su padre.
Tendremos cuchillos largos porque la derecha española sólo paga a los conversos; sólo paga los silencios de los adversarios; sólo paga al que lleva tal o cual apellido. A los suyos los considera parroquianos gratuitos o vulgar infantería satisfecha de recibir una medalla.
Ahora hay mucha gente que se esfuerza antes de las próximas elecciones en sacar adelante la única oposición creíble al aventurerismo, la desmemoria y las mañas trileras de Zapatero, un presidente que alterna los muertos de hace setenta años con los de hoy para consumar una política de inagotable cementerio.
A todos esos esforzados de la derecha autollamada liberal, un consejo: que se cuiden, porque habrá cuchillos largos.

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