20 mayo 2006

Trece escalones




Trece escalones es lo que señala la costumbre para la construcción de un buen patíbulo, uno de esos cadalsos en los que se ejecuta a la gente limpia y legalmente, en vez de usar el bárbaro método de la primera rama de nogal que se le venga uno a la mano. Mejor será no entrar en las razones técnicas, culturales y hasta mágicas de esta cifra, ni preguntarse si tiene algo que ver con la altura necesaria para que el cuerpo del reo caiga con la fuerza suficiente o para que el público asistente pueda deleitarse durante el espectáculo.

El caso es que un escritor que se precie, y más si empezó a los catorce años empleándose como satírico en un periódico de pueblo, tiene que tener algo de verdugo, o de reo por homicidio en reyerta nocturna, a ser posible con escalo y fractura, pero siempre sin alevosía.

La pretensión de este espacio es hablar de todo, y hacerlo cuando mejor cuadre. Si los periódicos tiene que salir todos los días para dar empleo a unas máquinas y a unos rollos de papel, si los periódicos tienen que salir todos los días haya o no haya noticias, no es cosa de extender a este medio los defectos del antiguo: aquí saldremos sólo cuando haya algo que decir y ganas de decirlo en condiciones.

Y por lo menos, para qué negarlo, aquí saldremos.

Horridoh!

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