25 mayo 2006

La independencia de Montenegro




Parece ser que en la antigua Yugoslavia se ha consumado la separación de las dos únicas repúblicas que permanecían unidas, o sea, Serbia y Montenegro.
La disgregación parece no conocer fin por esas tierra mientras los demás, algunos, se empeñan en construir entidades supranacionales, y otros, los de siempre, andan como locos a la caza de una alcaldía para convertirla en presidencia del gobierno a fuerza de vocear que su pueblo es una nación.
Que la duplicidad, triplicidad, y hasta vigesimidad de las instituciones suponga unos gastos y unos problemas de coordinación y falta de sinergia difíciles de soportar por los pequeños parece no importarle a nadie. Que en los estados diminutos el poder real quede en manos de los oligarcas de siempre, sin cortapisas de ningún tipo, tampoco.
Sin entrar en cuestiones ideológicas, y menos aún en irredentismos de boina a rosca, me maravilla comprobar cómo los ciudadanos no se dan cuenta de que vivir en un lugar pequeño y renunciar a instancias superiores supone casi la reinstauración del derecho de pernada por parte de e los que tienen la sartén por el mango.
En el caso yugoslavo, parece claro que a la población le van los sartenazos, porque otra cosa no se explica.
En esta última, o penúltima entrega del culebrón, ha sido Montenegro. Ya sólo les falta hermanarse con Pozoblanco para que el cachondeo sea completo.


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