24 mayo 2006

Doparse sobre dos ruedas





A la vista de lo que ha sucedido en los últimos meses y años en el mundo del ciclismo, uno no puede menos que preguntarse por qué algunos no se metieron directamente a motoristas para poder correr sin cansarse, y sin necesidad, además, de alicatarse las arterias de porquerías diversas.
Puestos a pensar mal, puede comprenderse que en ciertos deportes donde se mueven cantidades multimillonarias, un atleta quiera prolongar una temporada más su éxito y forrarse para los restos más aún de lo que ya estaba forrado. pero es que en el ciclismo nos e entiende: las fichas de los ciclistas, con un par de salvedades, equivalen a la de un futbolista de segunda B, y aún esas salvedades, verdaderas estrellas mediáticas, no llegaron nunca a embolsarse las cifras astronómicas de las que se habla en otras competiciones.
¿Por qué, entonces, es precisamente en el ciclismo donde más parece haber enraizado el fenómeno del dopaje?, ¿será porque es sobre la bicicleta donde más puede notarse la diferencia entre haberse metido el turbo en vena y no haberlo hecho?, ¿será porque los ciclistas, acostumbrados a sufrir, están dispuestos ya a cualquier cosa con tal de no dar por perdido totalmente su esfuerzo?, ¿será porque les da igual reventar sobre la bici que reventar en un hospital por los efectos secundarios del azufre que se meten?
Yo es que de veras no lo entiendo: para ese riesgo y ese beneficio, mejor meterse a robar bancos.

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