08 abril 2011

La peligrosa estética del perdedor

Algunas veces me habrán leído ya diciendo que la pobreza no es una cualidad moral. Lo pienso de veras: se puede ser pobre y honrado, y también se puede ser pobre y un perfecto hijo de puta. La pobreza, por tanto, ni nos mejora ni nos empeora.


¿Y a qué viene este ataque de la armada de lo obvio? A que empiezo a darme cuenta de que hay cosas que es obligatorio decir, porque alguna especie de monstruo maligno nos ha comido la lógica.

Ser pobre es una mierda. La necesidad afila el ingenio, sí, pero que te afilen no es buena cosa. Y estar afilado tampoco da mucha confianza a los que te rodean, que acaban alejándose de ti por simple prudencia.

Perder las guerras es malo, porque no existe ninguna estética del perdedor fuera de la épica de su resistencia, que no tiene que ver con perder, sino con resistir, que es otra cosa. El que se apoya en la barra del bar a rumiar sus penas con un cigarrillo a medio apagar entre los labios no está resistiendo. Está regodeándose. La estética del perdedor es, casi siempre, la estética del regodeo, o una simple pose para justificar su rendición. y que me perdone Alvite, al que admiro, pero los derrotados de bar son casi siempre escombros.

¿Y por qué me pongo a hablar de semejante cosa con la que está cayendo? Porque tengo la impresión de que esta crisis ha servido para que muchos crean abierta la veda de la lamentación pasiva, esa clase de lamentación que lleva a no hacer nada, no intentar nada y no emprender nada, porque los tiempos están malos.

Si la derrota es hermosa y la estética del perdedor nos convierte en interesantes, entonces no vale la pena hacer nada, ni intentar nada, ni salir del agujero donde tan a gusto empezamos a sentirnos. La crisis es lo que tiene: que iguala al que se mata por ser alguien con el que nunca quiso ser más que un piojo con un subsidio.

Y eso es lo que hay que evitar, porque entre las razones por las que en España durará la crisis más que en otros lugares, me temo que habrá que ir apuntando una nueva: porque nos sirve de disculpa y de pretexto para la fatalidad y la vagancia que tanto nos gustan. Porque nos da razones para dejarlo todo para más adelante. Porque nos permite esperar y ver. Porque premia ql que se queda mirando y machaca al que emprende algo.

Por eso no gusta, nos pone, nos excita la crisis.

Así de sólidas son a veces las coartadas.

1 comentario:

  1. ¿Qué sería de la novela negra sin la estética del perdedor? Nos perderíamos a tipos como Marlowe, hundidos hasta las cejas en el barro, pero indoblegables.

    Otra cosa es sacarlo de la ficción y aplicárselo a uno mismo.

    Celebro que esta pagina haya resucitado (las fechas son propicias).

    Saludos.

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