30 septiembre 2007

Un cierto desasosiego



Aún no ha salido sentencia en el proceso sobre los atentados de aquel marzo, en Atocha, cuando casi doscientas personas resultaron muertas y varios miles heridas.
Quien más y quien menos ha seguido el juicio, y no sé a ustedes, pero a mí me queda una cierta sensación de desasosiego, como cuando salgo del cine de ver una de esas películas malas, en las que el guión no encaja, los personajes no se sostienen y hay que suplir con exceso de efectos especiales la inventiva que faltó.
No sé, caray. No me lo explico. No puede ser que en el atentado más grave de la historia de España no se pueda determinar el explosivo empleado. He hablado algo con entendidos en la materia y se encogen todos de hombros. Es incomprensible: no es que quedasen dos pinzas y el capuchón de un boli para analizar: quedaron trenes enteros, y una estación, y nadie tomó las muestras en su momento, y alguien las lavó con amoniaco, y alguien tiró al cubo de la basura los objetos recogidos en el lugar de los hechos. Y la mochila que no estalló no se sabe dónde la cogieron, ni dónde estuvo, ni qué carajo pasó con ella. Y la furgoneta no tenía nada cuando la revisaron los perros y luego contenía hasta cuarenta objetos, después de pasar por una comisaría. Y claro: el que lleva lo de los perros se mosquea, porque dice que él puede no ver una cosa, pero su perro detecta un petardo en el césped del Bernabéu.
Y luego resulta que las mochilas las ponen unos tíos que se bajan de los trenes pero se suicidan al día siguiente, o a los dos días, cuando de haberse suicidado a bordo hubiesen provocado diez veces más daños.
Y poco después aparece otra mochila en las vías del AVE, y de esa no se habla porque eso es materia de otro proceso y otro delito.
Y se ha periciado, y se ha preguntado, y han salido policías diciendo que no comunicaron a sus jefes que un soplón les había hablado de quinientos kilos de explosivos porque se les olvidó mencionarlo.
Y está todo muy bien y muy trabajado. Pero a mí, que me dedico a eso de la novela negra, me queda la impresión de que si se me ocurre presentarle esta historia a mi editora me echa a patadas de su despacho, y eso que es una chica simpática y paciente. Me corre a boinazos si le presento esto, se lo juro.
Porque los confidentes se enteran, se lo cuentan a la policía y los polis no se dan por enterados. Porque la dinamita la trae un asturiano chalado que va y viene en el Alsa con otro tío. Porque los suicidas se suicidan al día siguiente y no cuando cometen el atentado. Porque hay trece mochilas, y explotan todas, menos una, que estaba activada por un teléfono móvil al que le faltaba un trozo de plástico que aparece en casa de un sospechoso.
Todo muy malo. Todo muy cutre. Todo muy traído de los pelos y demasiado parecido al cuento de Pulgarcito.
Si esto es la realidad, no es de extrañar que el cine español sea tan flojo y que vaya a verlo tan poca gente.
Yo por si acaso, pongo mi anuncio, que nunca se sabe: se ofrece novelista especializado en género negro para planear la próxima marranada. Experiencia contrastada en tramas que encajan sin necesidad de recurrir a milagros.
Razón aquí mismo o en http://www.javier-perez.es/
Si me llaman, ya les cuento.

2 comentarios:

  1. Anónimo4:24 p. m.

    Tiene usted valor, con el riesgo que conlleva que le descalifiquen como conspiranoico.

    Saludos

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  2. Pero es que si poienso una novela tan mala me crucifican, macho.

    vale que a veces la realidad tiene unos guiones muy malos, pero este me parece de traca.

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