10 septiembre 2007

Salvados por el chorizo


Es increíble que haya que decir estas cosas, pero lo cierto es que en España debemos mucho a los mangutas, los trileros y los estraperlistas de todo pelo que forman y formamos la mitad del censo. O más.
Y hay dos razones, dos, para reconocer esta deuda, como si fueran morlacos astifinos de alguna afamada ganadería. Parta explicarlo como es debido habría que meterse en corrientes y torbellinos económicos, pero el caso es que estamos casi en verano, cerca de la noche brujeril de san Juan, y lo mejor será que intente exponerlo con menos precisión pero poniéndolo a mano.
Hay dos razones, decía, para que los españoles estemos en deuda con los defraudadores.
La primera es la monetaria. Cuando la Unión Europea instituyó el euro como moneda, calculó el tipo de equivalencia con las monedas anteriores y a cada país le correspondió un tipo de cambio. El euro, como todos sabemos por la cuerda que tanto nos aprieta en el pescuezo, valió 166,386 pesetas. Esta cifra, que no es caprichosa, se suponía que tenía que reflejar el valor de la economía española. Todo bien hasta ahí. Pero resulta que según cálculos y estudios el volumen de la economía sumergida española, es decir, el de los negocios y actividades económicas no controlados por el Estado, era muy superior a lo estimado, por lo que había más pesetas ocultas de las que se pensaba. Así, España recibió más euros de los que le correspondían, o dicho de otro modo, se valoró la peseta por encima de su valor real, ya que de haberse sabido que había más, el valor final habría rondado el de un euro por cada 185 o 190 pesetas. De este modo, no queda más remedio que reconocer que fueron los que tenían los cuartos escondidos debajo de la teja (o en una caja de seguridad de un banco) los que enga aron a las autoridades europeas e hicieron que al peseta se valorase en más de lo que le correspondía. Esta, según los entendidos, puede ser una de las razones pro las que hayamos vivido en los últimos a os un gran auge económico: porque fue como si nos tocase la lotería.
La segunda razón duele más, y es la eficiencia. Según afirman algunos estudios econométricos, en Espa a se obtiene casi una doble productividad real del dinero que queda en manos privadas que del que administra el Estado. la proliferación de distintas administraciones, central, autonómica, provincial y local, hace que por cada euro que se gasta o se invierte desde el sector privado sea necesario gastar casi dos para conseguir lo mismo si es el sector público el que lo gestiona. De esta manera se llega a la conclusión de que, dentro de unos límites, cada euro que se escaquee al fisco y que se invierta en la propia empresa o en un chalé en la costa (alguien lo construye, y ese alguien cobra un sueldo) rinde más, produce más empleo y más riqueza que si se lo llevara Hacienda. Podría ser, por tanto, que la prosperidad de esta última época, se deba también en parte a lo mucho que se oculta, lo mucho que se esconde y lo mucho que no se declara.
De si esto es ético o no, hablen con un cura. Yo sólo soy economista.

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