01 septiembre 2007

Héroes en mangas de camisa



Risa floja me da cuando pienso en el mandato constitucional de llevar la descentralización del Estado más alla de las autonomías. Tan floja que casi se me tuerce el gesto, oigan.
Ahora que nos han convertido en espectadores de las tomas de posesión de los distintos gobiernos, administraciones, concejalías y fregadurías de turno, no queda más remedio que preguntarnos qué fue de esa descentralización y qué se hizo de la idea inicial de que las Comunidades Autónomas transfiriesen dineros y competencias a las administraciones locales.
Parece que nada. Y que ahí se va a quedar. Normal, porque la creación de las autonomías no tenía nada que ver con aquel rollo macabeo de acercar la administración al ciudadano. Si fuera por eso, por una mejor gestión basada en la proximidad, nadie mejor que los ayuntamientos para conocer los problemas reales. Pero no era eso: se trataba de callar la boca a los nacionalistas a fuerza de bajarse los pantalones. Se trataba de arrancar un consenso imposible de transición a una gente que basaba y basa su existencia en la queja, el lloriqueo, el victimismo y la reivindicación perpetuas. Que el ciudadano estuviese mejor o peor atendido les importaba y les importa tres pu etas.
Y pasan los a os y la cosa se agrava. Las provincias que no tienen agarraderas, o que sólo cuentan con políticos zoquetes o pesebrarios, se empobrecen, víctimas de la competencia desleal de los que se permiten decretar vacaciones fiscales o pueden exigir inversiones en infraestructuras que los demás ni so amos.
El campo se despuebla. Y resulta ahora que te metes a alcalde de un pueblo cualquiera de nuestra provincia y te encuentras con que tienes las mismas farolas que hace veinte a os, o más, y las mismas cañerías de la traída de aguas que mantener, pero que en lugar de trescientos vecinos te quedan sesenta, y el presupuesto se ha dividido por cinco. Te metes a alcalde de un pueblo zamorano y entonces ya no te da la risa floja: ya es que te descojonas por los rastrojos pensando en cómo vas a dar servicio a tus vecinos con la porquería de recursos que te deja la nunca descentralizada, siempre rapiñera administración regional.
Porque los habremos votado o no, nos la liarán más o menos, tendrán algunos también sus torcidas intenciones, pero la inmensa mayoría de los que van a ser alcaldes en nuestra provincia son verdaderos héroes que tendrán que lidiar contra la incuria, el abandono, el despoblamiento y la intrascendencia de sus problemas. La mayoría de nuestros alcaldes y concejales tendrán que sacar el traje y la capa de Superman del baúl para que sus pueblos no se caigan a cachos, para que no les cierren la escuela, no les quiten el autobús o no les pregunten para qué quieren un médico, con lo sanos que están todos.
Luego sale alguno como Lobato, en Peque, y los que no conocen el paño se echan las manos a la cabeza pensando que está loco. Y no. Lo que está es harto, coño. Si soy yo, pido una base de portaaviones. ¡Con un par!
Así que los que empiezan, que se vayan preparando, porque en esta provincia nuestra para ser alcalde de pueblo hay que ser Roberto Alcázar, Mortadelo, Hulk, Spiderman y Gandalf juntos.
Y aún así es poco. Ya lo verán.

2 comentarios:

  1. Anónimo9:52 a. m.

    ¡Qué razón tienes, Javier!

    Un servidor, que también es contumaz y casi rural (me estoy haciendo casa en el pueblo de mi mujer) no puede dejar de coincidir en todo lo dicho, especialmente en el título.

    Lo cierto es que los ayuntamientos tienen unos recursos irrisorios, y los pocos que no caen en el abandono absoluto se lo deben únicamente al tesón casi heróico de unos ediles que, sin cobrar un duro, se preocupan más del municipio que de sus propios asuntos y, a base de hacer miles de horas de antesalas, consiguen doblegar al limosnero que son las diputaciones provinciales.

    Felicitaciones por tu estupendo blog.

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  2. Muchas gracia spor el comentario.

    El caso es que se dice alcalde y se pienbsa en el de Marbella, o en gallardón, cuando lo cierto es que la mayoría de los que lo son sudan como calamares para que no se les caiga a pedazos la jurisdicción.

    Y enciuma para que les miren mal.

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