28 junio 2006

Los apaches




A esa especie ajena al peligro de extinción que son los políticos, se le llena la boca alabando las bondades del medio rural y subrayando la importancia, a todos los niveles, de que no se abandonen nuestros pueblos. No se cansan de repetir que son los habitantes del campo los que cuidan del medio ambiente, de buena parte del patrimonio artístico, del histórico, y hasta del lucero del alba.
Vale.
Pero lo cierto es que en Zamora, como casi en todas partes, los pueblos envejecen, se marchitan, se desmenuzan bajo el pedrisco del desinterés y la solana del abandono. Primero quitan las escuelas, luego van suprimiendo coches de línea, consultorios médicos y hasta parroquias, y cuando a algún osado se le ocurre que podría recortar costes estableciendo su empresa en el campo, se encuentra con que las comunicaciones y la tan pandereteada sociedad de la información llega justo, justito hasta las afueras de las ciudades. Y a veces ni eso.
La última jugada ha sido la del mundial, que hemos tenido que “verlo” por la radio mientras los políticos, todos a una, nos siguen dedicando felicitaciones por lo bien que sabemos hacer nuestro papel de apaches en estas reservas indias en que quieren convertir los pueblos.
Nos quieren tener aquí para venir quince días y que no se hayan podrido las cañerías del agua durante el invierno, o para que haya quien llame a la Guardia Civil cuando entran a robar en un chalé. Para eso y para poco más.
El penacho de plumas, en su variante de boina negra, nos lo hacen obligatorio cualquier día para que demos más ambiente. Y si no, al tiempo.

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