07 agosto 2010

Ya no te quiero tan verde

Para tapar la boca de antemano a los amantes de los tópicos, y los hay a centenares (tópicos y amantes), conviene empezar dejando claros unos cuantos puntos:

-Que ser un cerdo es intrínsecamente malo.

-Que mientras no se demuestre lo contrario, este planeta es nuestra única casa, y si nos lo cargamos, nos vamos a tomar por el saco en columna de a dos y al paso de la oca.

-Que los recursos son limitados y toda economía basada en el perpetuo crecimiento es en realidad un cáncer, que se basa también, como tristemente sabemos, en el continuo crecimiento a costa de los recursos del entorno.

-Que cuidar del medio ambiente no es una opción de entre muchas, sino la única manera de cabal de evitar el suicidio.

Dicho lo cual, y después de eliminar a los que no tienen nada que decir fuera de lo obvio, quiero acordarme de un extraño sistema económico, el método Hoxha, consistente en renunciar a las máquinas y a la tecnología de modo que todo el mundo pudiese tener un trabajo. Y quiero acordarme de aquella reliquia porque me pregunto a veces si algunas de las actitudes de los grupos de defensa del medio ambiente no recuerdan básicamente a las tesis de ese sistema.

Tengo demasiado a menudo la impresión de que las reclamaciones de los grupos ecologistas han llegado a unos extremos, y sobre todo a una dinámica, que parece que están más en contra del desarrollo que a favor del medio ambiente.

Cuando uno oye frases como que la electricidad producida pro las nucleares “podría ser sustituida por ahorro” lo primero que se le viene a la mente es que quieren llevarnos al método Hoxha.

Cuando uno escucha que hay que ahorrar agua incluso en los sitios en los que sobra, por lo saludable del hábito del ahorro, a uno se le viene de nuevo a la cabeza la medievalización de Hoxha.

Cuando la energía eólica empieza a también ser mala porque desorienta a las aves y afea el paisaje, lo que empieza a pensar uno es que tratan de convencernos de que vivamos con menos electricidad.

Y el caso es que la defensa del medio ambiente pasa por todo lo contrario: por desarrollar procedimientos y sistemas más productivos y que empleen menos recursos medioambientales. Consiste en investigar, pensar, y generar industria y economía basada en el conocimiento y no en las materias primas. Consiste en emplear menos piedras y más cerebros.

Pero eso no: insisten en restar. En retroceder. En menguar. Y lo único que consiguen es una reacción negativa hacia las tesis que dicen defender. Consiguen que en el campo les teman como al pedrisco y en las ciudades los asocien a las subidas de los recibos.

Al final, acabaremos por creer lo que dicen algunos: que ecologistas y pacifistas surgieron en Occidente impulsado pro los soviéticos para entorpecer el desarrollo industrial del bloque capitalista y que, una vez desaparecida la URSS, les iba tan bien que pudieron seguir sin la subvención rusa.

O es eso, o no lo entiendo.

2 comentarios:

  1. En efecto, y gracias al primer principio de Peter: "El número de tontos es infinito"

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