02 marzo 2010

No quiero ser de Vichy

Con un título así podría hablar de agua mineral, pero voy a hablar de vergüenza, de colaboración con el enemigo y de agachar la cabeza para rogar un sitio en el pesebre donde echan el pienso los mismos que te esclavizan.

Dicen que durante la segunda guerra mundial hubo sesenta mil franceses que participaron en la resistencia contra los nazis. Lo que no suelen decir tan a menudo es que hubo ocho millones de franceses que colaboraron con ellos. Eso es Vichy.

Cada vez tengo más claro que la clase política en general es una lacra que ha cobrado vida propia y vive de nuestro trabajo. Los privilegios se multiplican y el abismo que separa al trabajador corriente del que tiene un sueldo fijo, asegurado por el esfuerzo de todos, no deja de ensancharse.

Pensamos alguna vez que cuando las cosas fuesen mal todo cambiaría. Pensamos que todos nos apretaríamos el cinturón para salir del paso, pero la realidad nos está enseñando que los recortes y los sacrificios van a ser para los de siempre, mientras los cargos públicos, de todas las administraciones y todas las tendencias políticas, siguen gastando a manos llenas y reservando para sus allegados las obras, las contratas y las actividades donde está el beneficio más interesante.

En estas condiciones, con el endeudamiento disparado hasta la estratosfera y el principio de igualdad pisoteado por todas las pezuñas posibles, hay que decir que ser un ciudadano ejemplar es poner el cuello para el garrote.

Pagar religiosamente los impuestos y cumplir con las obligaciones que se le suponen a un buen ciudadano es colaborar con el enemigo.

Asistir a los cursos que se imparten para desempleados es permitir que nos tomen el pelo, promover que se gaste nuestro dinero en pagar opíparos sueldos a los que gestionan esos cursos (muchas veces los mismos sindicatos que no movieron un dedo para que conservásemos nuestro trabajo) es alimentar el sistema del enemigo.

El único dinero que es verdaderamente nuestro es el que no ven. El único trabajo que realmente realizamos para nosotros, es el que no declaramos. De lo demás, de todo, se llevan su tajada a cambio de empeñarnos a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros nietos, con una coartada tan miserable como la libertad (la suya) y el bienestar (también el suyo).

En otros tiempos la mala gente se burlaba de los demás por sus defectos. Señalaban a uno por cojo, a otro por tuerto, y a otro por feo, y a causa de esos defectos abusaban de ellos. Ahora la mala gente es aún peor, porque se burlan de nosotros por nuestra virtudes: a uno lo ven honrado, y lo sangran. A otro lo ven trabajador, y lo explotan. A otro lo ven emprendedor, y lo expolian.

Ante semejante situación no queda más remedio que echarse al monte. Si teníamos una sociedad, éramos socios. Si lo que tenemos es un atraco, seamos bandoleros.

3 comentarios:

  1. Promover la insurrección fiscal, es la mayor herejía que puede postularse hoy por hoy. Es bien posible que mañana mismo reciba la atenta visita de un par de funcionarios de hacienda, dispuestos a exorcizar sus demonios.

    Saludos.

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  2. Por cierto, ¿qué diantes haces con los blogs?

    Cambian más de nombre que el protagonista de "El misterio de la cripta embrujada"

    Saludos.

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  3. Yo es que ya me he puesto bruto.

    :-)

    Y hacer como ocho meses que cambió de nombre, joer...

    :-))

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