24 noviembre 2009

Los ejércitos del limbo


Hay una leyenda centroeuropea que habla del día en que se levantan los muertos para ir a la guerra. Cuando todo lo demás está perdido resuenan en los desfiladeros de las montañas los cascos de sus caballos y el mundo entero se aterroriza ante el paso de esta hueste de fantasmas con espada.

Con el tiempo, cuando el momento sea propicio, pronostico que se acuñará otra leyenda: la del día que regresen todos los no nacidos para formar el ejército del limbo, un ejército de espectros encogidos, con pequeños brazos y piernas cercenados, y venillas azules recorriendo su cuerpo diminuto y encogido. Y no llevarán consigo espadas, ni armaduras: sólo preguntas.

Y de entre todas esas preguntas una será más temible: ¿por qué?

Y les responderán con un código en la mano. No con la ciencia, porque todos sabemos ya a estas alturas que un ADN independiente y distinto significa una vida independiente y distinta, sino con un código legal que los designó para morir a ellos como otros códigos anteriores señalaron a los armenios, a los moriscos, o a los judíos. Las leyes tienen estas cosas, les dirán: pueden convertir en lógico y necesario matar a cualquiera.

Os mató vuestra madre, habrá que responderles, con el consentimiento además de quienes estaban obligados a protegeros, y el aplauso y la colaboración de los que juraron trabajar y estudiar para defender vuestra vida. Vuestras madres, los gobernantes de vuestro país y vuestros médicos fueron vuestros verdugos. Ni siquiera Cristo tuvo tres traidores en su cuadrilla, pero ya veis: mala suerte. Eso habrá que decirles.

Por eso el día que regresen todos esos niños que no nacieron a preguntarnos “¿por qué?” será mucho más espantoso que cuando vuelvan los ejércitos del Brocken. Porque el ejército de los muertos se levantará para la última guerra, según la leyenda, pero los ejércitos del limbo se levantarán solo para pedirnos cuentas y quizás se nos aparezcan cuando la ley, una ley cualquiera, haya cambiado para señalarnos a nosotros como la víctima siguiente.

Miles, cientos de miles, millones de espectros se añaden cada año en el mundo entero a ese ejército de víctimas inocentes que desacreditan a Occidente, su democracia y su defensa de los Derechos Humanos. ¿Cómo no se van a reír de nuestras protestas otras culturas cuando los acusamos de azotar a sus ciudadanos si nosotros consentimos que se asesine a los indefensos?

Por esa herida se nos escapa la razón, la fuerza moral, y el derecho a exigir a los demás lo que nosotros no cumplimos.

Pero permitidme que crea en la leyenda aún no nacida: los ejércitos del limbo esperan el momento de hacer su justicia y vendrán tarde o temprano a hacerla. En forma de vejez solitaria, de pensiones impagables o de nuevos verdugos aún imposibles de prever.

A todos los que consienten, alientan, promueven o toleran esta descomunal matanza los señalo como enemigos de esta hueste.

A todos los que consienten, alientan, promueven o toleran esta carnicería se los deseo como fiscales y jueces si hay un Juicio Final.

¡Horridoh!

5 comentarios:

  1. Resulta demasiado cómmodo (y tentador) permitir que la ley ocupe el lugar de la moral.

    Saludos.

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  2. Anónimo10:54 a. m.

    Sembrado Javier, como siempre... ya se le echaba de menos.

    Y aprovecho para darle las gracias por el descubrimiento de "Ladrillez", estupendos artículos.

    Saludos.

    Clinsor

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  3. Gracias, Clinsor.

    Y si le debo correo, me disculpe, que he tenido un jaleo de la p....

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  4. Cuando la ley y la moral se divorcian, vamos jodidos.

    Muy jodidos...

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