25 enero 2011

Las reformas que no llegan

Hace ya algún tiempo que empiezo a estar agradecido a Zapatero, porque aunque no hace nada, por lo menos impide que los más perjudicados se quejen, y eso también tiene su mérito, ¿no les parece? A buenas horas tendríamos a los sindicatos callados como putas si gobernase la derecha, ¿eh? Así, como gobiernan los suyos, disimulan y dicen esperar un pacto. ¿Pero cual?

Yo es que no me lo explico. No sé si es que estamos tontos o es que creemos que todo se arregla frente al mundo por el mismo procedimiento de dejar las cosas para nunca como hacemos aquí.

Hace meses, casi un año, que el Gobierno afirma que es urgente abordar las reformas estructurales necesarias para adaptar nuestro mercado laboral y nuestro modelo productivo a las necesidades de esta crisis. Desde entonces, son millones los españoles que han perdido su trabajo, decenas de miles las pequeñas (y no tan pequeñas) empresas que han cerrado y centenares de miles los españoles desahuciados de sus viviendas o con la soga al cuello, tirando de sus últimos ahorros.

Pero las reformas no llegan.

Unas veces se opone la patronal, otras los sindicatos, y otras el lucero del alba, pero el Gobierno, que es quien tiene la responsabilidad de hacer algo, lo que sea, aunque se equivoque, prefiere dejar para más adelante lo que no puede esperar. La habilidad de este gobierno no consiste en gobernar, sino en mantenerse en el poder. Y la de la oposición, por lo que parece, ni eso.

¿Se piensan que el mercado de trabajo y el modelo productivo son como la sentencia sobre el Estatuto de Cataluña, que va ya para cuatro años pudriéndose en el Tribunal Constitucional? ¿Se piensan que dando largas y subsidios saldremos del atolladero?

Si están en esas, se equivocan: lo que hagamos entre nosotros, y lo mucho que nos burlemos de la independencia de los jueces o de nuestra propia Constitución se la bufa a todo el mundo, mas o menos. Lo que hagamos con nuestros modos de contratación nos afecta a todos, y se mira con lupa desde los despachos de los inversores internacionales, cada día más convencidos de que no se debe invertir un duro en España porque aquí no se decide nada real.

Enfrascados en discusiones y en maniobras electoralistas, nuestros gobernantes han decidido no decidir. Pero los recibos que van llegando a nuestras casas no se discuten. Se pagan o no se pagan. Y el trabajo no se discute: se tiene o no se tiene.

Los discursos y la filosofía, bien lo sabían los griegos y lo sabrán aún mejor en poco tiempo, son para gente desocupada. Los demás necesitamos que alguien haga algo y lo haga de una vez. Porque si no hacemos nada, en el exterior confirmarán de una vez la vieja sospecha: que parecemos vestidos pero en realidad estamos en pelotas, como el emperador del viejo cuento.

Las elecciones se acercan y nadie quiere dar el primer paso. Pero no moverse es el peor de todos. ¿Se dará alguien cuenta de una vez o tendremos que espabilarlos a boinazos?

1 comentario:

  1. A poco que te descuides, eta entrada se queda vieja. Da la impresión de que ZP hará algo, justo antes de decir que no se presenta. Aunque, con este, nunca se sabe.

    Saludos.

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